domingo, 1 de mayo de 2011

Receta para una noche perfecta

Gente copada, un buen sillón, algo rico para comer, una guitarra, mate o café (o bueno… cerveza puede ser también)… y eso. Lluvia, por ejemplo, o frío, pero que dentro de la casa no se sienta. O también, ojo, en verano, un buen jardín con un buen cielo para mirar. Un río también te lo banco, o una playa, eso es mucho pedir pero si viene, genial. Hasta ahí es perfecto. Un fuego en una chimenea o un fogón. Buenas charlas, con amigos que ya te conocen y no te importa lo que piensen de vos… o gente que recién conocés, pero esas charlas de adentro. Como ayer en Burger King, que hablamos sobre el relativismo y sobre los nuer, que no tienen Estado (o no tenían). Si no hay guitarra acepto buena música en un equipo, tampoco soy tan exigente. O silencio. Esos silencios cómodos, tenés a alguien al lado, nadie habla y no importa. Algún juego de esos en los que te sentís un nabo, por ejemplo, el de los animalitos, ese que no podés mostrar los dientes. Y después de reírse mucho, durante un rato largo, y tener los músculos cansados… echarse… por ahí… Y divagar un rato, soñar, hablar de cosas existenciales entre profundas y absurdas… Corroborar la hipótesis de que las personas somos peligrosas después de las dos de la mañana porque perdemos algunas barreras y algunos filtros. Estar así hasta que se te cierren los ojos. Y bueno, ahí está bien, irse a dormir. En algún momento iba a pasar. Pero si la noche dura hasta que salga el sol, bingo.


He aquí mi noche perfecta. Me hace sentir un poco vieja. Aburrida. Extraña. Use el adjetivo que le plazca. Pero bueno, é lo que hay.

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