martes, 30 de agosto de 2011

Genealogía culinaria

La sabiduría popular representa a los cavernícolas como gente bastante tonta, que se daba en la cabeza con pedazos de tronco, que para hablar emitía sonidos animalescos y golpeaba una roca contra otra como toda diversión. No sé, cada vez pienso más lo opuesto. Los primeros hombres deben haber sido personas de mente muy abierta, tremendamente inteligentes (disculpen la cacofonía), con todo por conocer y descubrir. Es muy fácil para nosotros hacer una pizza, nos sentimos muy innovadores si ponemos rúcula o huevos de codorniz sobre la mozzarella, somos los avanzados de la civilización, pero mi pregunta existencial siempre fue: ¿cómo se descubrió la pizza? Es un misterio que me vuelve bastante loca, no me imagino a los cavernícolas inventando la pizza, pero bueno, alguien hace mucho tiempo la tiene que haber inventado, un griego, qué se yo, ¿y de dónde cuerno sacó que mezclando harina con huevo con agua con un hongo que es la levadura -y no sé qué más porque no soy muy buena cocinera -salía una masa, que si le ponías queso encima y salsa de tomate y cebollita quedaba un plato que iba a pasar a la posteridad como EL plato? Y vamos más lejos, porque la historia de la pizza probablemente pueda rastrearse en Wikipedia, qué avanzada es nuestra generación, cualquier dato puede encontrarse con sólo tipear un par de caracteres y dar enter, pero ¿a quién se le ocurrió que, moliendo el trigo, sale un polvito que, si se mezcla con agua, sal, huevo y encima se pone al horno, da como resultado pan -o pizza-? Tenía que ser un genio, no queda otra. Vaya y pase la carne asada, que seguramente se descubrió cuando una vaca se cayó en un fogón y los cavernícolas valientes -porque esos sí que eran hombres valientes; probaban todo, se la jugaban, no como nosotros que siempre preguntamos qué es cada cosa antes de comerla- la probaron y se dieron cuenta de lo bueno que estaba cocinar la carne... Esos descubrimientos pueden ser casuales, pero andá a hornear pan por casualidad... 

Aguanten los cavernícolas.

Y agradezco sinceramente cualquier dato de historia culinaria. Es algo que me intriga mucho. 

sábado, 27 de agosto de 2011

Eclipse lunar

Es veintiuno de diciembre. Empieza mi verano número veinte y desde el jardín se ve un eclipse lunar. Miro el cielo y me viene a la mente la imagen de una chiquita que, hace diez años, sobre una reposera en otro jardín, esperaba en camisón el momento en que la sombra cubriera la luna. Nunca había visto un eclipse. Creía que iba a ser más rápido, que, de pronto, la luna se iba a poner roja, que algo sobrenatural iba a pasar en el cielo… No había nadie en el jardín salvo ella, no eran horas para que estuviera despierta en una noche cualquiera. Pero no era cualquier noche: era la noche del eclipse.

Hoy, diez años después, vuelvo a mirar el cielo y la luna, por supuesto, está en el mismo lugar, pero la miro desde otro ángulo -un poco más de frente -,desde otro jardín, y el eclipse es más gris y menos rojo. “Tenía miedo de no ver nunca más la luna” me dijo una amiga hace un rato. Pienso en esa chiquita en camisón y siento una nostalgia que hace mucho no sentía… Últimamente estuve sintiendo muchas nostalgias, pero de cosas más cercanas, que hace unos meses nomás estaban a mi alcance con sólo estirar el brazo o levantar el tubo del teléfono. Esta es una nostalgia distinta. Es como si esa chiquita nunca me hubiera pertenecido; como si sólo cierta vez ella hubiera usado mi camisón y se hubiera sentado de la misma manera que yo, con sus piernas flaquitas flexionadas y los pies apoyados sobre la reposera y los brazos sobre el apoyabrazos, y la mirada hundida en la luna, a la que un velo extraño cubría de a poco. Una nostalgia parecida a aquella que produce lo que nunca fue; aunque esto sí fue, ella sí estuvo sentada, sí miró el cielo y respiró el silencio de aquella noche de verano, tan parecida a esta noche. 

Me da miedo hablarle y romper el encantamiento. Prefiero dejarla como está, expectante. Ya va a descubrir que los sueños no son sólo cosas de su edad, ya va a desilusionarse y a tejer nuevas historias, ya va a enamorarse de unos cuantos contraindicados y también del indicado… Ya va a palpar de cerca la muerte y hundirse en el misterio de la tristeza del hombre. 

Mientras tanto, que mire su eclipse y yo miro el mío…. quién sabe dónde me encontrará el próximo y si voy a ser yo o voy a ser otra. 

lunes, 22 de agosto de 2011

Un aeropuerto

Mientras viajaba en avión la otra noche, pensaba que el Cielo debe ser algo así como un aeropuerto. Bajás del avión, hacés unos trámites, levantás tus valijas, todo eso que traés de tu viaje en la tierra, salís por una puerta y te reciben todas las personas que querés con aplausos, te abrazan, te dan la bienvenida. Empiezan a preguntarte cómo estuvo el vuelo, cómo estuvo el mundo en general, qué personas conociste, por qué lugares caminaste, cuántas cosas nuevas aprendiste. Los abrazás uno por uno y les decís que te dejen acomodarte, que hay tiempo para contarles todo detalladamente. Y, más allá del aeropuerto, espera el lugar más lindo que existe. Ponele el nombre que quieras. Toscana, Bariloche, Bella Vista, una playa desierta en una isla del Caribe, la cima del Everest. 

Sí, debe ser así. El Cielo debe ser un aeropuerto.