lunes, 19 de diciembre de 2011

¿El que se quede sin dar el paso? (II)


Brunildito quiere estar tranquilo, pero no puede. Le gustaría que el fin de los pinchazos fuera sólo un alivio, pero por alguna extraña razón se siente frustrado. ¿Y si se hubiera dejado caer? ¿Qué tan malo podría haber sido?

Basta, Brunildito. Nos tenés cansados a todos. Hasta te tenés cansado a vos mismo. Nuevas aventuras y listo. Nuevas. Sin paredes. Claramente las paredes no son lo tuyo.

Brunilidito no escucha a Abelardito o a sus lectores asiduos o a quien sea que le habla y vuelve a la pared. Una vez más. Sólo para echarle un vistazo antes de partir.

Entonces ve algo distinto a todas las otras veces. Un cartel amarillo con letras negras, pero esta vez no dice “En este lugar se acepta únicamente… etcétera”. Tarda en entender. Porque ahora las palabras del cartel van dirigidas hacia él:


¿Desde cuándo le hablan los carteles del país de las maravillas?

Piensa que, si el mundo lo está invitando a saltar, la posibilidad de destrucción no debe ser tan grande. Además piensa que el cartel vuelve todo más sincero. Vuelve más sinceras sus ganas de saltar y más sincera la existencia del mundo. Cierra los ojos. Intenta meditar. Pero ya pensó demasiado. Ya no se trata de pensar. Una voz nueva, con un color diametralmente opuesto al de aquella que siempre le dijo que no saltara, ahora grita: “¡Basta de pensar! ¡Ya pensaste demasiado! ¡Saltá!”. Abre los ojos. La frase del cartel cambió:


Brunildito está cansado. Cansado de pensar de más, de tener miedo, de hacer oídos sordos a sus deseos más profundos. ¡Bru-nil-dito! ¡Bru-nil-dito! Si persigue sus colores y perfumes preferidos, ¿por qué no alcanzarlos? ¿Por qué seguir poniéndose barreras? ¿Por qué seguir construyendo paredes? ¡Bru-nil-dito! ¿A quién ayuda? Claramente no a la humanidad. Tampoco a sí mismo. ¡Bru-nil-dito! ¡Bru-nil-dito!

Cierra los ojos. Respira hondo.
Silencio.


Brunildito va a saltar. 




(Ah, sí, y una música para los créditos)


¡Bru-nil-dito! ¡Bru-nil-dito!

HOY: ¿El que se quede sin dar el paso? (parte I)

Brunildito maneja a toda velocidad. Mientras tanto, canta: “el que se quede sin dar el paso sí voy a ser yo, sí voy a ser yoooo-oh-oh, sí voy a ser yo”. Llega a la pared, como tantas veces. Frena, se baja del auto y la mira. ¿Por qué no trepar una vez más? Ya es casi instintivo, así que trepa y espía el otro lado. Piensa que ese va a ser el ritual hasta el fin de los tiempos. Trepar – asomarse - querer saltar - miedo. Hasta se siente cómodo. Juega a lo de siempre: estira un pie como si esta vez fuera a lograrlo, echa un vistazo al país de las maravillas y amaga. De nuevo. Y otra vez. Y una voz adentro, esta vez no sabe si es de Abelardito o es de él mismo, tan propia como ajena, le dice: ni se te ocurra.

Entonces algo (o alguien) le da un pinchazo. Brunildito se sobresalta, casi cae al otro lado por la sorpresa, pero si hay algo que le cuesta perder a nuestro personaje es la compostura. Se mantiene quieto y el corazón le late fuerte. ¿De dónde salió eso? Se agacha un poco para sentarse, tener más estabilidad y poder contemplar su mundo auto-prohibido por un rato más, pero no llega porque recibe otro pinchazo, esta vez más fuerte, más certero. ¿Un alfiler invisible? Pierde el equilibrio. Cae hacia adelante pero logra sostenerse con un brazo del borde de la pared. Mira hacia abajo de reojo. ¿Y si se dejara caer, echando la culpa al accidente? No. El suelo le parece lejísimos; la destrucción, inevitable. Hace fuerza, mucha (Brunildito necesita trabajar en la fuerza de sus brazos), y logra subir, jadeando. Todo su cuerpo tiembla. Se queda un rato expectante. Es probable que en cualquier momento se largue una tormenta de pinchazos y él termine cayendo al otro lado inevitablemente, a pesar de toda su deliberación. Pero no. No hay más pinchazos en la próxima media hora, ni en el resto del día, ni en la semana siguiente.

jueves, 15 de diciembre de 2011

De más allá VII - Confesiones

No puedo volver al más acá sin antes hacer una confesión.

Soy cleptómana.

De tarjetas de hotel.

Ufff... ya me liberé. Mañana puedo subir tranquila al avión. Qué loco cómo pasa el tiempo. Y cómo pasan tantas cosas en el tiempo.

miércoles, 7 de diciembre de 2011

De más allá VI - Bélgica

Hoy, algunos datos belgas:

1) Es mentira que el mundo de la Navidad está en el Polo Norte; está en Bélgica. Cuando era chiquita, le mandé una carta a Papá Noel y le pedí un solo regalo: que me llevara a conocer su mundo. Esa Navidad, junto con algunas muñecas, en el arbolito había una carta para mí. Siempre pensé que Papá Noel tenía una letra muy parecida a la de mi mamá. En esa carta decía que, como yo era una chica buena, él me iba a llevar a su mundo. Esperé, pero nunca me llevó. Hasta hace dos días, creía que ese mundo no existía. Error. Existe y está en Bélgica. Está lleno de árboles y de lucecitas, hay chocolates de todas las formas y tamaños y jugueterías con muñecos de madera y violinistas que tocan villancicos en la calle.

2) Los waffles calentitos con nutella pueden estar en el top 15 de las mejores cosas que te pasaron en la vida. 

3) En Brujas no hay brujas, nunca las hubo, ni en leyendas. Brujas es una deformación de puente. En alguno de los idiomas belgas. 

4) El vino se puede tomar caliente. Y entra en el top 15 junto con los waffles. 

5) La mejor manera de sentirte en una película es estar en la Grand Place de Brujas al lado de una pista de patinaje sobre hielo con un arbolito iluminado con luces blancas. Científicamente comprobado. 

6) Hay un bar que tiene 2000 tipos de cerveza. 2000. 2000.

Larga vida a Bélgica. 

domingo, 4 de diciembre de 2011

sábado, 3 de diciembre de 2011

De más allá IV - ¡Peligro!

Esos momentos peligrosos en los que ya no te importa nada. Caminás por la calle y sentís el vientito frío de diciembre y pensás dos cosas. Primero, que es la primera vez que sentís un vientito frío en diciembre. Y segundo, que todas esas avispas molestas que zumbaban en tu oído ya no están. O zumban, sí, pero en un volumen bajo, casi inaudible. Tal vez es porque estás más acá que allá (o, en realidad, la expresión precisa sería "más allá que acá"). Es como si alejaras la visión en el Google Earth. Eran bloques enormes de cemento; ahora son puntos, si se ven... Tal vez ni siquiera se vean... Donde antes había bloques de cemento, ahora sólo hay verde. Y también podés ver el mar. 

Esos momentos en que decís: ¿y qué? Tenés una certeza absoluta que te hace sospechar justo por eso, por ser tan cierta. Podrías tirarte por un precipicio, podrías emprender la escalada más ardua de tu vida, podrías decidirte a cambiar el mundo. Siempre lo supiste, pero ahora tenés una certeza, creés, y no te importa gritarlo a los cuatro vientos. 

Esos momentos de claridad inmensa. O de locura.

Esos momentos peligrosos. O tal vez sean oportunidades. O tal vez sean los momentos perfectos para avanzar.