lunes, 7 de mayo de 2012

Barro II

La vieja barre la vereda y los que pasan se ríen porque lo único que no es de tierra en ese lugar es esa vereda que, más que una vereda, es una serie de baldosas semi-pegadas. Y está rodeada de tierra que ahora, como no llueve, está seca, pero, si no, es puro barro, de principio a fin, salvo esa islita de baldosas. Y la vieja se empeña en barrerlas, como si en cinco minutos no fueran a estar tan sucias como ahora. 

Paso por al lado y pienso qué empeñados estamos en sacar el barro de todos los rincones de nuestras vidas. Nos ponemos botas de lluvia para no embarrarnos las zapatillas y los pies y barremos y retamos a los chiquitos cuando saltan fuerte en un charco para ver cómo vuela el agua para todos lados y decimos que alguien "la embarra" cuando arruina algo o se hunde a sí mismo. Nos esforzamos por ser limpios, intachables, por espantar a las moscas, por poner foquitos de luz en los lugares donde no entra el sol y pasar el plumero por los muebles cuando están llenos de tierra y lavar las remeras para que queden blancas y que los demás nos vean y nos pongan en un pedestal porque tenemos una conducta perfecta, brillante, como las cadenitas de metal que nos colgamos en el cuello o los anillos que nos ponemos en los dedos. 

Si no se puede sacar el barro, se mete bajo la alfombra, o se patea al menos para otro lado, se patea lejos.

Sacudimos la tierra de nuestros anteojos para poder mirar mejor a los demás y detectar qué esperan de nosotros y así poder cumplir y agradar a todos y que después nos vean y exclamen entre sí lo limpios que somos, lo relucientes.

Y, de golpe, un día, sin querer o tal vez queriendo pero sin saberlo, pisamos un charquito y creemos que no es nada, pero nuestro pie empieza a hundirse y eso más que barro parece arena movediza, y de golpe, todo nuestro cuerpo se embarra y los que pasan por al lado nuestro se horrorizan.

¡Barro! ¡Barro! ¡Más barro!




Dicen que, cuando Dios creó al hombre, lo hizo de barro y sopló sobre él para darle vida.

Entonces no entiendo por qué nos miramos raro, nos horrorizamos y nos hacemos los desentendidos y nos desilusionamos cuando encontramos nuestro barro o el barro de otro. Si estamos hechos de eso... Es una pregunta. 

Al menos hoy, al menos yo, en el barro encuentro ese soplo, encuentro luz y, sobre todo, verdad. Mucha verdad, mi verdad más honda. Y dicen que la verdad es lo que nos hace libres.