jueves, 6 de febrero de 2014

Caminar y aprender

Aprendemos todo el tiempo. La mayoría de veces a la fuerza, sin querer. De eso se trata, tal vez, la cosa, porque si eligiéramos cada situación que nos toca vivir, probablemente aprenderíamos muy poco.

Aprendemos y nos olvidamos. Y volvemos a aprender. Como cuando las cuerdas de un instrumento vibran con música que viene de afuera, y se despierta algo dentro nuestro que nos recuerda que eso ya lo habíamos aprendido. Da nostalgia reencontrarse con viejos aprendizajes dormidos. Y también da claridad.

Aprendemos uno del otro y capaz para eso nos hayan hecho de a muchos.

Escuché una metáfora hace poco que me encantó. De cómo unas piedras se iban puliendo unas con otras, mediante golpes, y se convertían en piedras preciosas. Lo comparaban con las personas, que somos un poco así. Nos golpeamos unos con otros y sacamos algo puro, verdadero, luminoso, que tenemos adentro.

Lastimamos porque estamos aprendiendo.

Aprendemos porque nos lastimamos y también porque caminamos juntos.

Y algunos días, a veces lluviosos, recordamos esas caminatas.

Toca seguir caminando y seguir aprendiendo.

domingo, 12 de enero de 2014

¿Cómo se dice?

¿Crujen? ¿Rechinan? ¿Silban?

Cuando abrís puertas que no se abrían hace meses. O ponés a funcionar un aljibe, como en El Principito. Que decía que era como una música, porque la roldana... ¿la roldana qué? ¿Rechinaba?

Bueno, eso. Eso hacen los dedos y las teclas cuando hace tanto tiempo que no escriben. Que no escriben de esa manera. Porque convengamos que escriben una decena de horas por día, si la escritura se pudiera medir en horas, o, bueno, cientos de palabras, pero no de esas palabras que hacen que se sacudan las cosas adentro.

Entonces cuesta. Es como cuando volvías al colegio después de las vacaciones, que no te salía la cursiva.

Escuché varias veces que no deberíamos hablar de más.

Tampoco, tal vez, deberíamos escribir de más. Pero es tan difícil como eso otro de no hablar.

Lo oxidado que hay adentro y en los dedos y en las teclas rechina -feísima palabra- y pide volver a moverse.

Esperemos de a poco ir llegando. Volvemos a escribir así después de tanto tiempo. Escribir palabras que nazcan de adento y que sacudan.

O tal vez sea un deseo. Esperemos que no sea eso nomás.