martes, 12 de abril de 2011

Infantilismo

Cuando era chiquita me sentía muy flashera. Bueno, lo era un poco; me acuerdo que, en la entrevista para entrar a primer grado, la psicopedagoga me pidió que dibujara una persona y yo dibujé una flor y dije que adentro había un hada. Papá se rió y explicó que, desde que me había contado que dentro de las flores vivían hadas, yo no paraba de hacer alusión al tema (hasta me acuerdo de haber desarrollado mi primer teorema: las flores tienen colores y perfume porque dentro de ellas viven las hadas). Mamá no explicó tanto, dibujá una persona, mi amor.  Me dieron otro papel y dibujé una mega-princesa con un mega-vestido y una mega-corona.

No quiero perder el hilo. Acepto que volaba un poco más de lo normal. Era chiquita, ya se me iba a pasar. Empecé el colegio y todo muy bien, con la típica enseñanza idealista de la maestra: el papel no se tira en la vereda, se tira al tacho y, si no hay tacho, me lo guardo en el bolsillo y lo tiro a la basura cuando llego a casa. Y después caminaba por la vereda y veía no uno, no dos, sino decenas de papelitos, y la voz del adulto curtido por la vida y acostumbrado a ella me decía: claro, eso lo aprenden en la escuela, qué lindo, pero la vida funciona diferente. Había dos escuelas, la primaria y la vida. La lógica era aprender la teoría para después darme cuenta de que en la práctica las cosas no eran tan así.

Seguí creciendo y empecé a ver cosas en el país que no funcionaban y hasta desarrollé teorías: esto no debería ser así, esto debería ser de esta otra manera. Sí, qué lindo lo que decís, nena... Esta es la edad para pensar así. Cuando seas más grande te vas a dar cuenta de que el mundo funciona diferente, pero por ahora seguí construyendo tu castillito de confites que, al fin y al cabo, te vas a quedar con los recuerdos más lindos de esta edad.

No sé si tengo crecimiento retardado o qué. No debería haber pobreza, no debería existir esta injusticia, la gente no debería sufrir así, cuando tenemos, como sociedad, como civilización, millones de herramientas para que las cosas funcionen de otra manera. Qué lindo, los jóvenes con sus ideales, cuando crezcas te vas a dar cuenta de que...

Cuando crezcas... cuando crezcas... cuando crezcas...

Hace veintiún años que vengo creciendo. No sé cuándo me voy a dar cuenta de la realidad de la que todo el mundo habla. Pero, ¿saben qué? Si soñar alto es ser infantil, espero ser infantil toda la vida. Espero no crecer nunca. Espero no acostumbrarme nunca. Prefiero seguir dibujando flores con hadas en lugar de personas bajo la lluvia si eso significa creer que las cosas pueden ser diferentes. Mejores. 



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