martes, 27 de septiembre de 2011

Entre copas

Un vaso y se sienta. Mira. Nada cambió demasiado desde la última vez, ¿o sí? ¿Es este lado el que está diferente o es aquél? Imposible decidirse.
Dos vasos. El sol está justo sobre el horizonte y se pregunta si amanece o anochece. Espía a través del vidrio. Parece que el sol saliera.
Al vaso siguiente ya se acabó la ilusión de que el cielo esté despejado. Empieza a nublarse, pero tal vez pronto se haga de día, piensa. Tiene una manía fuerte de pensar y pensar. Piensa y decide sobre todo. A veces también siente. Siente de manera tan intensa que no lo puede controlar. Entonces se toma el analgésico del pensamiento y se le va el sentimiento por un rato.
Cuatro vasos y se acabó el efecto del analgésico. Si antes había preguntas, ahora el cielo es un mar de voces que interrogan sin parar. Y el mar se funde hacia arriba, con las voces y hacia abajo, con las viejas lágrimas que casi, casi habían desaparecido. Es como una cortina inmensa y azul.
Toma el quinto vaso y la calle empieza a moverse en sentido contrario al tren de la izquierda. ¿Avanza el tren o la calle? De golpe, descubre que a sus costados hay árboles que también se deslizan. ¿Junto con el tren? Le molesta la sombra y corre en busca del sol, que ya se escondió detrás del horizonte. Anochecía, entonces.
Un vaso más. Le ruega a la calle, o al tren -o a lo que sea que se está moviendo- que se detenga. Le ruega al cielo que deje que las luces y los colores intensos permanezcan por un rato más. Sabe que mostró demasiado pero ¿qué si, en realidad, no es a su verdadero yo al que se acostumbró el mundo?
“Mundo, no te vayas" piensa. El sol está cansado de ponerse ante los ojos que no están hechos de atardecer. La Tierra está cansada de girar sobre su eje, tiene ganas de volar como un cometa. La lluvia ya no quiere caer más... prefiere elevarse, ¿por qué no? Pero él espera que el mundo no se le escape todavía. Necesita mucho del mundo y el mundo necesita mucho de él, aunque no lo sabe.
Y llega el último vaso. Se desviste, despojándose de toda su ropa y de su cuerpo y deja que la luna, que empieza a asomarse, brille sobre su alma. Su alma está lista para mostrarse tal como es al mundo. ¿El mundo está listo para postergar su partida?

domingo, 25 de septiembre de 2011

Cómo ser feliz en tres pasos

Hoy: cómo ser feliz una noche de sábado si está sólo en su casa

1) Sacar una buena cantidad de milanesas de la heladera
2) Llenarlas de salsa barbacoa y comérselas
3) Tocar la guitarra y cantar a los gritos (y escuchar cómo su voz retumba en las paredes de la casa).

Satisfacción garantizada. Si no le resulta, le devolvemos sus minutos de silencio en una casa enorme... y sola... un sábado a la noche... 

sábado, 24 de septiembre de 2011

Cosa de locos

Es como ser delantero en un partido de fútbol y, deliberadamente, meter gol en contra.
Es como tener sed y comerte un paquete entero de papas fritas.
Es como estar en un jardín lleno de mosquitos y tirar el Off a la basura.
Es como estar aturdido y poner música al máximo volumen.
Es como querer saltar al otro lado de la pared de Brunildito y quedarte donde estás y seguir haciéndole piecito a la gente para que salte nomás.

Qué locas son las relaciones entre las mentes de las personas, lo que sienten y lo que eventualmente hacen. Una cosa de locos. Por el bien de la humanidad. Esperemos que todo sea por el bien de la humanidad. 

jueves, 22 de septiembre de 2011

Deducciones primaverales

La proporción de estudiantes que viajan en tren todas las mañanas desde Bella Vista directo a la facultad es  mínima. Lo confirmó Sherlock ayer, cuando tuvo que viajar parado y luego apretado cual sardina en el subte, a pesar de que hubiera asueto en todos los colegios y universidades. Además, ir a tocar la guitarra y a tomar mate (si no otras bebidas un poco más censurables) en Avenida Francia (no confundir con Plaza Francia, esto es para entendidos del pueblo) está dentro de los cánones de comportamiento primaveral. Lo que claramente no lo está tanto es hacer rondas en trencito y bailar "en ti puedo ver la libertad, tú me haces sentir que puedo volar", pintarse flores y corazones en la cara y que un hombre gane el premio de rey de la primavera por su atuendo tan acorde. Es verdad que el amor florece en primavera cual rosa roja (¿por qué le ponen "rosa", si hay de todos colores?), hay una persona que debería sentir un guiño o una puñalada en la nuca si lee esto. Y la última no es una deducción. Es una confirmación. Los ritos son necesarios y están buenísimos; si no, vengan a pedirnos que dejemos de festejar la primavera como hace seis años la venimos festejando.

Seis. Nos pusimos viejas. 

sábado, 17 de septiembre de 2011

Que casi asusta...

La intensidad es como una colchoneta elástica sobre la que podés saltar infinitas veces, cada vez un poco más alto, y más, y más. Lo que asusta es que, tal vez, un día saltes tan alto que ya no bajes nunca. 

"Hay un nivel de intensidad con el que se puede vivir que casi asusta, porque es mucho, infinito lo que el hombre puede alcanzar" (JM)


jueves, 15 de septiembre de 2011

Hablando de lunas

No puedo escucharte, y cómo me gustaría, pero ese no es el objetivo de estas líneas. Mi objetivo es pedirte que al menos siga habiendo un Centro de Regulación de Palabras Devaluadas, porque es una pena que la gente ande diciendo por ahí que la luna es la misma para todos como si nada, como si pidieran la cuenta en un restaurant o gritaran ¡taxi! en una vereda una tarde de lluvia. Todos miramos la misma luna, qué lindo, no es una sola la palabra que perdió valor, son cinco, y es tan triste... 

Hoy cuando viajaba en tren la vi a través de la ventana, redonda, naranja y enorme, y lo supe sin que nadie lo dijera: que, en ese instante, a miles de kilómetros, un chiquito miraba la luna también. Un chiquito de piernas flacas y ojos grandes, con la camisa y la boca levemente abiertas, en un campo enorme. No me digas que no porque no me lo imaginé, sé muy bien que ahí estaba él, y todo sin que nadie hubiera dicho nada de que la luna...

Y entendí que nuestros mundos a veces están rodeados como de cápsulas de cristal que nos vuelven, en algún punto, inaccesibles y que dentro de esas cápsulas la vida pasa como si nada le importara, en algunas deja globos, en algunas nieva, en otras caen gotas de pintura. Hay mundos que sufren porque no tienen alguien que los acompañe. Hay mundos que lloran porque sus manos curtidas no llegan a darles de comer. 

Pero todos miramos la luna enorme y naranja y sentimos cómo su belleza toca algo dentro nuestro que hace sonar una música... Y nos conmueve. A ese chiquito en el campo, a mí, a todo el que la mira. Por favor, no usen más la expresión "todos miramos la misma luna", a ver si algún día podemos entenderlo de verdad. 

lunes, 12 de septiembre de 2011

Nuevas aventuras de Brunildito

HOY: La afección de Brunildito

Ya sé que todos esperan que Brunildito salte al otro lado de la pared. Él también lo sabe y también muere por saltar. Se fue a Europa y pensó que tal vez iba a poder liberarse del problema, pero no, parece que en Europa está lleno de paredes y todas le hacían acordar a la suya, a esa que tiene ganas de cruzar, de tirar abajo, para poder nadar en los ríos que hay al otro lado. Europa volvió al tema aún más urgente. Brunildito, es hora de que saltes o desistas o hagas algo, pero no podés quedarte mirando el país que se extiende al otro lado de esa pared, solo mirándolo y mirándolo hasta el fin del tiempo, porque tus ojos como burbujas van a explotar y, junto con ellos, todo tu cuerpo, y a nosotros nos gustan las burbujitas en el aire pero, de verdad, preferimos que saltes.

Lo que pasa es que a Brunildito le agarró una afección. Enfermedad suena muy fuerte. Es eso, una afección, pero una terrible, porque hace que Brunildito actúe de la forma exactamente opuesta a sus deseos. ¿Cómo funciona eso? Simple. Bah, en realidad, es lo más retorcido que escuché en mi vida, pero es simple de explicar. Por ejemplo, Brunildito está asqueado de tomar jugo de naranja. ¿Qué hace? Va, exprime una naranja y se toma el jugo. Brunildito está andando en bicicleta y tiene ganas de frenar a descansar pero su afección se lo impide y, en lugar de eso, se pone a pedalear a máxima velocidad. Es terrible, usted puede reírse, querido lector, pero llevada a otros planos de la vida, es una afección desesperante. 

¿Y qué hay respecto a la pared? Brunildito quiere cruzar la pared, eso ya es verdad de perogrullo. ¿Qué hace? Se baja, vuelve a su vida de todos los días y mira la pared desde abajo y les hace piecito a los peatones para que puedan treparse y saltar al otro lado. ¡Piecito! ¡Piecito! Podría haberse quedado tranquilo, meditando para tomar fuerzas, pero no, encima de que no salta, tiene que ayudar a otras personas a que sí lo hagan, y naden en los ríos que él se muere por nadar, y caminen por el pasto que él se muere por pisar... Sólo si tuviera el valor... de saltar la maldita... LA MALDITA PARED.

Maldita afección que tiene Brunildito. 

sábado, 10 de septiembre de 2011

Curiosidades alemanas

-Un alemán puede levantarse de su asiento en el tren, ir a charlar con otro pasajero y volver a sentarse; por derecho, el asiento sigue siendo suyo (pruébelo en la línea San Martín a ver qué pasa)
-El chukrut no se llama chukrut, se llama sauerkraut
-La gente no es muy fanática de tirarse en el pasto
-Las puertas se abren al revés
-Los teclados alemanes tienen la Y y la Z invertidas

viernes, 2 de septiembre de 2011

Vuelta

Está bueno revivir cosas de unos años atrás. Vuelven a mostrarnos quiénes somos. Nos llenan de una energía que conocemos, pero que habíamos olvidado. Hay música que me trae de nuevo épocas. Con The Wall, por ejemplo, reviven muchas cosas de hace cuatro o cinco años. No digo que vuelva atrás en el tiempo, no, es más bien el pasado que viene y suena en el presente y eso es lo mágico... Que las cosas-en-potencia naden en lo-que-es-hoy, ver proyectos realizados y otras veces ver que el camino se bifurcó y llevó a un lugar que nunca se me hubiera ocurrido. Que suene la música de todo lo que había por crecer en medio de todo lo que efectivamente crecí. Y también la música de todo lo que sigue igual. Es como tejer con tres hebras: lo que fue, lo que quería que fuera, lo que es. Sí, es, en cierta forma, magia. Acá va un pedacito de todo eso que no se puede describir.


I got a little black book with my poems in,
got a bag with a toothbrush and a comb in,
when I'm a good dog they sometimes throw me a bone in.
I got elastic bands keeping my shoes on,
got those swollen hand blues,
I got thirteen channels of shit on the TV to choose from.
I got electric light
and I got second sight,
I got amazing powers of observation
and that is how I know
when I try to get through
on the telephone to you,
there'll be nobody home.
I got the obligatory Hendrix perm
and the inevitable pinhole burns
all down the front of my favourite satin shirt.
I got nicotine stains on my fingers,
I got a silver spoon on a chain,
I got a grand piano to prop up my mortal remains.
I got wild staring eyes
and I got a strong urge to fly,
but I got nowhere to fly to.
Ooh, babe, when I pick up the phone,
there's still nobody home.
I got a pair of gohills boots,
but I got fading roots.