sábado, 27 de agosto de 2011

Eclipse lunar

Es veintiuno de diciembre. Empieza mi verano número veinte y desde el jardín se ve un eclipse lunar. Miro el cielo y me viene a la mente la imagen de una chiquita que, hace diez años, sobre una reposera en otro jardín, esperaba en camisón el momento en que la sombra cubriera la luna. Nunca había visto un eclipse. Creía que iba a ser más rápido, que, de pronto, la luna se iba a poner roja, que algo sobrenatural iba a pasar en el cielo… No había nadie en el jardín salvo ella, no eran horas para que estuviera despierta en una noche cualquiera. Pero no era cualquier noche: era la noche del eclipse.

Hoy, diez años después, vuelvo a mirar el cielo y la luna, por supuesto, está en el mismo lugar, pero la miro desde otro ángulo -un poco más de frente -,desde otro jardín, y el eclipse es más gris y menos rojo. “Tenía miedo de no ver nunca más la luna” me dijo una amiga hace un rato. Pienso en esa chiquita en camisón y siento una nostalgia que hace mucho no sentía… Últimamente estuve sintiendo muchas nostalgias, pero de cosas más cercanas, que hace unos meses nomás estaban a mi alcance con sólo estirar el brazo o levantar el tubo del teléfono. Esta es una nostalgia distinta. Es como si esa chiquita nunca me hubiera pertenecido; como si sólo cierta vez ella hubiera usado mi camisón y se hubiera sentado de la misma manera que yo, con sus piernas flaquitas flexionadas y los pies apoyados sobre la reposera y los brazos sobre el apoyabrazos, y la mirada hundida en la luna, a la que un velo extraño cubría de a poco. Una nostalgia parecida a aquella que produce lo que nunca fue; aunque esto sí fue, ella sí estuvo sentada, sí miró el cielo y respiró el silencio de aquella noche de verano, tan parecida a esta noche. 

Me da miedo hablarle y romper el encantamiento. Prefiero dejarla como está, expectante. Ya va a descubrir que los sueños no son sólo cosas de su edad, ya va a desilusionarse y a tejer nuevas historias, ya va a enamorarse de unos cuantos contraindicados y también del indicado… Ya va a palpar de cerca la muerte y hundirse en el misterio de la tristeza del hombre. 

Mientras tanto, que mire su eclipse y yo miro el mío…. quién sabe dónde me encontrará el próximo y si voy a ser yo o voy a ser otra. 

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