martes, 22 de noviembre de 2011

Nuevas aventuras de Brunildito

Hoy: Abelardito

Brunildito camina y canta: Well, my heart knows better than I know myself, so I’m gonna let it do all the talkin’… woohoo… Se pregunta si es verdad, si deja hablar a su corazón así, seguido, como una costumbre. Piensa que tiene que tener más cuidado, no sea que la gente vaya a creer que todo lo que canta es verdad. En eso encuentra un espejo y se da cuenta de que hace mucho no se mira. Esas cosas, como ver televisión, o escuchar determinadas canciones, que uno no se da cuenta de que ya no las hace más hasta que vuelve a hacerlas. Le divierte mirarse a sí mismo, aunque ya se haya visto mil veces, aunque sepa perfectamente con qué se va a encontrar… Se pregunta por qué las personas no se cansan nunca de mirarse en los espejos. Si siempre es lo mismo, siempre es uno, siempre el vidrio devuelve exactamente el gesto que… Momento.

Hay alguien más en el espejo. ¿Alguien que viene persiguiendo a Brunildito? Estaba tan seguro de que andaba solo... Mira a su lado, pero no hay nada. Vuelve a mirar el espejo y sigue ahí. Bastante parecido a él, pero con algo diferente en los ojos, no sabe bien qué, en la expresión, en el color. El ser extraño saluda a Brunildito de lo más natural. Hola. ¿Qué hacías cantando esa canción absurda de que los corazones son más sabios? Brunildito piensa que está soñando. Le pregunta quién es y el ser extraño se irrita. Pero cómo que no sabe quién es. Abelardito, su amigo más íntimo, su mejor consejero, el gemelo de su alma (que es algo muy distinto a su alma gemela, le explica). Esas cosas cursis, de los corazones. Ya la mera palabra, corazón, qué empalagosa. Brunildito ríe, piensa que es verdad. ¡Claro que es verdad! La pared, por ejemplo. ¿Quién creés que te previno de cometer semejante catástrofe? Brunildito, no sos muy amigo de lo razonable. 

Brunildito se queja. Pero sí que es razonable. Razonable, prudente, cauto, correcto. 

Todo eso gracias a mí, le explica Abelardito, a quien no le sobra humildad. Es un trabajo duro el que tengo con vos. Podés ser bastante cursi a veces, bastante emocional, exageradamente volador. Brunildito asiente con la cabeza. Lo asusta pensar que Abelardito lo conoce tanto. 

De pronto, el aire se inunda de olor a café. Pero un olor especial, es como una línea, como un hilo invisible de café que lo llama, lo tira de la punta de la nariz, está como atado a su pecho. Brunildito mira el horizonte y lo ve especialmente verde. Se le iluminan los ojos. Le recuerda a algo, no sabe bien a qué, pero a algo muy lindo, muy hondo, muy grande. Se deja arrastrar un poco por el olor, pero siente un tirón de la remera. Reflejado en el espejo ve cómo Abelardito lo sostiene para que no se escape. ¿Cómo puede ser? Mira hacia atrás, alrededor, y no ve a nadie. ¿Qué te pasa, Abelardito? Vamos, mirá qué verde, qué brillante… 

Abelardito ríe. Cómo me necesitás, Brunildito. Cómo me necesitás. No se puede correr así como así detrás de un color, detrás de un perfume. Vamos a sentarnos y a pensar juntos en las probabilidades. Y cuando estemos seguros, segurísimos de que no hay una opción mejor, ahí sí podés empezar a caminar. Brunildito se sienta sobre una piedra y siente adentro como un fuego o un león que le golpea las costillas y las paredes del cráneo. 

El hilo de café se vuela. El verde se desvanece. Brunildito no está seguro de que Abelardito sea su mejor amigo. 

2 comentarios:

  1. Abelardito guachoo es como un superyó no? muy bueno jop...me pasa siempre que me miro al espejo el mio se llama Anshitu jaja

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  2. Muy psicológico Angeléhehe pongámosle superhipermegayo

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