sábado, 9 de julio de 2011

La nube

Es como una nube. Sí, eso. Una nube que siempre está ahí, pero sólo ciertas veces podés participar de ella, volar, envolverte en su llovizna. Es difícil encontrar un método para participar de la nube... Pasa, así, sin demasiada regla o explicación lógica. Cuesta hasta ponerle nombre. Cuando está pasando, ahí decís: esto, es esto... pero es difícil anticiparlo. ¿Qué es lo que dicen que hacen las leyes científicas? ¿Explican y predicen? Esto claramente no responde, entonces, a una ley científica. Tal vez, después de varias experiencias de la nube, podés encontrar una suerte de momentos que dejan, más que otros, lugar para elevarse. En esa nube está todo. Póngale el nombre que quiera, pero ahí está todo. Con cierta música, por ejemplo, uno se llena de la nube, o la nube se llena de uno, pero la nube no es sólo esa música: es música, es tu abrazo callado hace tanto tiempo, es el paisaje visto desde la cima de una montaña una vez y nunca más, es un millón de rezos, es una lágrima. 

Podés olvidarte de que está hasta que vuelva a incomodarte todo adentro, hasta que sientas una mezcla de paz con inquietud y claridad, hasta que se te escape una lágrima y sientas que una lágrima es demasiado poco, porque todo un mundo dentro tuyo quiere salir, te grita, sale a volar y te lleva y entonces vas a volver a decir: 
-Ah. La nube. 

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