domingo, 12 de enero de 2014

¿Cómo se dice?

¿Crujen? ¿Rechinan? ¿Silban?

Cuando abrís puertas que no se abrían hace meses. O ponés a funcionar un aljibe, como en El Principito. Que decía que era como una música, porque la roldana... ¿la roldana qué? ¿Rechinaba?

Bueno, eso. Eso hacen los dedos y las teclas cuando hace tanto tiempo que no escriben. Que no escriben de esa manera. Porque convengamos que escriben una decena de horas por día, si la escritura se pudiera medir en horas, o, bueno, cientos de palabras, pero no de esas palabras que hacen que se sacudan las cosas adentro.

Entonces cuesta. Es como cuando volvías al colegio después de las vacaciones, que no te salía la cursiva.

Escuché varias veces que no deberíamos hablar de más.

Tampoco, tal vez, deberíamos escribir de más. Pero es tan difícil como eso otro de no hablar.

Lo oxidado que hay adentro y en los dedos y en las teclas rechina -feísima palabra- y pide volver a moverse.

Esperemos de a poco ir llegando. Volvemos a escribir así después de tanto tiempo. Escribir palabras que nazcan de adento y que sacudan.

O tal vez sea un deseo. Esperemos que no sea eso nomás.

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