sábado, 5 de octubre de 2013

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Terminamos aprendiendo lo mismo que nuestros antepasados de hace un par de milenios.
Que el jengibre es bueno para la garganta, el arándano para el corazón y que las plantas tienen propiedades curativas.
Y que todos, en el fondo, buscamos lo mismo: amar y que nos amen.
Que todos cargamos heridas y vacíos.
Y que el centro de la vida siempre terminan siendo los vínculos que construimos. Que muchas veces nos damos cuenta tarde. ¿Tarde? Si ya nuestros antepasados se habían dado cuenta.
Pero capaz haya que aprenderlo uno mismo. Capaz haya ciertas cosas que la humanidad vaya a seguir aprendiendo para siempre.


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